4º domingo de cuaresma ciclo A

Cuarto domingo de cuaresma – ciclo A
Que la Luz del Señor Resplandezca en Ustedes.
En nuestra vida cristiana estamos con frecuencia a oscuras. A veces pecamos, y el pecado nos trae tiniebla. O no entendemos muy bien lo que nuestra fe exige de nosotros y lo que Dios espera que hagamos, y por tanto estamos meramente caminando a tientas en la oscuridad. Hoy vemos cómo Jesús nos está buscando para abrir nuestros ojos, nuestras mentes y nuestros corazones a sí mismo y a su Buena Nueva de salvación. Él vino al mundo para ser nuestra luz. Acojámosle como luz de nuestros ojos y de nuestro corazón.
Para los más chicos:


Canción “Yo soy la Luz del mundo”




Para orar cantando: una canción de la Hna.Glenda


Para orar y meditar en casa: “Yo soy la Luz”: Jn 9, 1-41

El relato es inolvidable. Se le llama tradicionalmente "La curación del ciego de
nacimiento", pero es mucho más, pues el evangelista nos describe el recorrido interior
que va haciendo un hombre perdido en tinieblas hasta encontrarse con Jesús, «Luz del
mundo».
No conocemos su nombre. Sólo sabemos que es un mendigo, ciego de nacimiento,
que pide limosna en las afueras del templo. No conoce la luz. No la ha visto nunca. No
puede caminar ni orientarse por sí mismo. Su vida transcurre en tinieblas. Nunca
podrá conocer una vida digna.
Un día Jesús pasa por su vida. El ciego está tan necesitado que deja que le trabaje
sus ojos. No sabe quién es, pero confía en su fuerza curadora. Siguiendo sus
indicaciones, limpia su mirada en la piscina de Siloé y, por primera vez, comienza a
ver. El encuentro con Jesús va a cambiar su vida.
Los vecinos lo ven transformado. Es el mismo pero les parece otro. El hombre les
explica su experiencia: «un hombre que se llama Jesús» lo ha curado. No sabe más.
Ignora quién es y dónde está, pero le ha abierto los ojos. Jesús hace bien incluso a
Catequesis en Familia – 30 de marzo 2014
aquellos que sólo lo reconocen como hombre.
Los fariseos, entendidos en religión, le piden toda clase de explicaciones sobre Jesús.
El les habla de su experiencia: «sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo». Le
preguntan qué piensa de Jesús y él les dice lo que siente: «que es un profeta». Lo que
ha recibido de Él es tan bueno que ese hombre tiene que venir de Dios. Así vive mucha
gente sencilla su fe en Jesús. No saben teología, pero sienten que ese hombre viene de
Dios.
Poco a poco, el mendigo se va quedando solo. Sus padres no lo defienden. Los
dirigentes religiosos lo echan de la sinagoga. Pero Jesús no abandona a quien lo ama y
lo busca. «Cuando oyó que lo habían expulsado, fue a buscarlo». Jesús tiene sus
caminos para encontrarse con quienes lo buscan. Nadie se lo puede impedir.
Cuando Jesús se encuentra con aquel hombre a quien nadie parece entender, sólo le
hace una pregunta: «¿Crees en el Hijo del Hombre?»¿Crees en el Hombre Nuevo, el
Hombre plenamente humano precisamente por ser expresión y encarnación del
misterio insondable de Dios?
El mendigo está dispuesto a creer, pero se encuentra más ciego que nunca: «¿Y quién
es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dice: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es».
Al ciego se le abren ahora los ojos del alma. Se postra ante Jesús y le dice:«Creo,
Señor».
Sólo escuchando a Jesús y dejándonos conducir interiormente por él, vamos
caminando hacia una fe más plena y también más humilde.
José Antonio Pagola

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