Nos preparamos para confesarnos


Queridas familias: a medida que nos acercamos al día de la COMUNIÓN SOLEMNE  de nuestros hijos, deberemos prepararnos para celebrar antes por primera vez el SACRAMENTO de la PENITENCIA, o RECONCILIACIÓN, o PRIMERA CONFESIÓN. 

Les sugiero ir realizando la CATEQUESIS PREVIA en estos días de convivencia familiar... Aquí les aporto algunas propuestas.

1.  Ya vimos cómo a través del agua y las palabras de quien bautiza (signo visible), celebramos la VIDA NUEVA DE HIJOS DE DIOS que Jesús nos participa EN LA COMUNIDAD VISIBLE DE SU IGLESIA (realidad espiritual significada).
    Pero a medida que crecemos, el pecado suele lastimar nuestra amistad con Dios, ‘enfermar’ nuestra vida de hijos de Dios... Es entonces cuando otro signo visible de Jesús nos fortalece y cura interiormente; por él, celebramos la MISERICORDIA DEL PADRE que nos ha perdonado; y nuestro propósito de ser mejores miembros de la comunidad de los hermanos...ES EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN o PENITENCIA. 

En poco tiempo más nos reuniremos para vivir
esta rica experiencia: se va a celebrar el Sacramento del Perdón y todos podremos tomar parte en él confesando nuestros pecados. Reviviremos así la Alianza bautismal.
    Miremos desde ya esta oportunidad como un regalo de Dios.
   Será nuestra gran respuesta a la invitación que el Señor nos ha dirigido, en cada una de las reuniones de estos años de catequesis. Gracias a ellas hemos llegado a conocer a Jesús: su vida, sus enseñanzas y su misión. Hemos escuchado su permanente llamado a ser discípulos suyos.
Para todos aquellos que nos encontramos dispuestos a darle un si, libre y generoso, la celebración del Sacramento del Perdón nos vendrá como “anillo al dedo” (¡el signo de la alianza en el amor!). 
Será un hermoso encuentro comunitario con el Señor, en el cual manifestaremos nuestra adhesión pública y formal a El.
    El hecho de acusar nuestras culpas ante un representante suyo constituye un claro reconocimiento de que Jesús es quien salva. Sólo El puede penetrar hasta lo profundo de nuestras conciencias y perdonar los pecados. Su Padre lo envió justamente a “quitar el pecado del mundo” (Juan 1,30).
  2. Una celebración gozosa.
Hay quienes le tienen miedo a la Confesión. Tal vez se deba esto a una mala instrucción recibida en la niñez o a alguna dolorosa experiencia que es mejor olvidar. Nosotros tenemos que ver las cosas de otra manera: es hermoso acercarnos al Señor. En eso consiste este Sacramento, Jesús, Buen Pastor, viene en busca nuestra y nos invita a salirle a su encuentro porque nos quiere animar, consolar y perdonar.
3. Para charlar con nuestros hijos  
Jesús, el día que resucitó, dio a los Apóstoles la misión  de perdonar los  pecados. Son los obispos y sacerdotes  quienes representan a Jesús. 
Al confesar los pecados al sacerdote, es al Señor a quien se los contamos.  Debemos confesarnos, con alegría y confianza, porque el Señor nos ama y nos recibe cuando nos arrepentimos.
        1º. Examino mi conciencia.
    En silencio, delante de Dios, pienso si he hecho siempre lo que Dios quiere de mi.
 2º. Me arrepiento de corazón y hago el propósito de mejorar.
Siento sinceramente dolor por haberme portado como un mal hijo de Dios, y por haber dañado a mi prójimo. Puedo expresarlo rezando el
YO CONFIESO
3º. Confieso mis pecados.
Ya bien preparado, me acerco al sacerdote y lo saludo. 
Enseguida comienzo la confesión de mis pecados con estas palabras:
“Me confesé la última vez hace...meses/años). (O: “Esta es mi primera Confesión”). Me acuerdo de estos pecados ...
            Voy diciendo mis pecados, con humildad, sin callar ninguno que pudiera ser grave. Luego escucho lo que el sacerdote quiera decirme o aconsejarme. 
Presto especial atención a la “penitencia” que él me dé. Mejor si yo mismo la propongo. 
La penitencia es algún sacrificio o cosa buena que hago, para reparar algún mal que hice. También me ayuda a ser un mejor amigo de Jesús.
Ahora el sacerdote me puede pedir que rece el “YO CONFIESO”, si no lo hemos hecho antes en comunidad.
4º. Recibo la absolución.
 Es el momento más importante:
el sacerdote me da la absolución, es decir, me libera en nombre de Dios, de mis pecados, con estas palabras:
  “YO TE ABSUELVO DE TUS PECADOS EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPIRITU SANTO”.
Oración de acción de gracias
            Vuelvo a mi lugar y expreso mi gratitud y alegría, dando gracias a Jesús  por haberme perdonado.
Lo hago con propias palabras que me brotan del corazón.

  5º. Cumplo la penitencia
Una buena confesión debe llenarme de alegría y gratitud.
    Por eso  vuelvo a casa contento dispuesto a cumplir el propósito que hice o me dio el sacerdote.



Comentarios