Para meditar en casa la Pasión de Jesús
MEDITAMOS CON CECILIA
Hoy estamos en Getsemaní…
Para algunos es tiempo de orar, de soledad, de encontrarse con uno mismo…es tiempo de angustia, de sentir la muerte al acecho…
es tiempo de incertidumbre, de pedir a Dios que aparte el cáliz, pero a su vez, de aceptar… Seguir leyendo
TEXTOS DEL VIA CRUCIS CON EL PAPA FRANCISCO - HOY EN ROMA
Las meditaciones del Vía Crucis de este año han sido propuestas por la capellanía del Centro Penitenciario de cumplimiento “Due Palazzi” de Padua. Aceptando la invitación del Papa Francisco, catorce personas meditaron sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, actualizándola en su propia vida. Entre ellas figuran cinco personas detenidas, una familia víctima de un delito de homicidio, la hija de un hombre condenado a cadena perpetua, una educadora de instituciones penitenciarias, un juez de vigilancia penitenciaria, la madre de una persona detenida, una catequista, un fraile voluntario, un agente de policía penitenciaria y un sacerdote que fue acusado y ha sido absuelto definitivamente por la justicia, tras ocho años de proceso ordinario.
VIERNES SANTO: MARÍA, LA QUE PERMANECE EN PIE
María permanece al pie de la cruz, paralizada por el dolor y movida por el Amor y la confianza en Dios. María nunca fue una mujer ingenua, era perfectamente consciente en todo momento de que el modo de vivir de Jesús, a la manera de Dios, podía traer consecuencias. María, acepta, desde la fe, abandonarse en Dios, permanecer al pie de la cruz. No es nada fácil, ¡nada fácil! sentirse amada en el dolor y vivir el dolor desde el amor.
María permanece al pie de la cruz, paralizada por el dolor y movida por el Amor y la confianza en Dios. María nunca fue una mujer ingenua, era perfectamente consciente en todo momento de que el modo de vivir de Jesús, a la manera de Dios, podía traer consecuencias. María, acepta, desde la fe, abandonarse en Dios, permanecer al pie de la cruz. No es nada fácil, ¡nada fácil! sentirse amada en el dolor y vivir el dolor desde el amor.
Es el momento de dejarse amar y de amar, aún con el alma rota en pedazos.
Este momento en que no cabe más dolor este momento en que no hay más soledad
este momento sin sentido este momento sin abrigo
este momento de desierto y sequedad
este momento sin sentido este momento sin abrigo
este momento de desierto y sequedad
ES EL MOMENTO DE PERMANECER SEÑOR, NO DEJES FLAQUEAR MIS PIES CONFÍO EN TU AMOR Y TU BONDAD NO SÉ SI ESTE DOLOR ACABARÁ PERO ESTOY AQUÍ,ESTOY AQUÍ, CONTIGO Y ES DONDE QUIERO ESTAR
Este momento que me parte en mil trozos este momento que acaba con planes y gozoseste momento de vacío este momento sin camino
este momento de querer dejarlo todo Salomé Arricibita
Las Siete Palabras de Jesús en la cruz
"Los de Cristo son los gritos de dolor de tantos que continúan crucificados hoy"(Josep Miquel Bausset).-
Las siete palabras que Jesús dijo en el Gólgota cuando estaba crucificado, continúan resonando hoy en tantos y tantos calvarios de nuestro mundo.
Si los Evangelios recogen estas siete frases de Jesús en la cruz, es la vida y los medios de comunicación los que nos presentan también cada día, y no solo durante la Semana Santa, las frases y los gritos de dolor de tantos hombres y mujeres que continúan crucificados y muriendo todavía hoy.
La primera de las frases de Jesús en la Cruz, "Padre, perdónalos porqué no saben lo que hacen" (Lc 23:34), resuena hoy en aquellos que saben perdonar y en los que piden perdón.
Son los cristianos perseguidos en el Cercano Oriente y en otras partes del mundo, que, sin odio, antes de la muerte rezan por sus verdugos.
Son los crucificados de nuestro mundo que continúan perdonando como lo hizo Jesús. Y como nos pidió en el sermón de la montaña que también lo hiciésemos nosotros, y no una o dos veces sino "setenta veces siete". O como pedimos en el Padrenuestro.
Esta palabra de Jesús resuena en aquellos que, viviendo centrados en el Evangelio, se abren a la dulzura del perdón a pesar de las circunstancias adversas o de los golpes de la vida.
La segunda de las Siete Palabras, "Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraiso" (Lc 23:43), estaba dirigida al "buen ladrón", crucificado al lado de Jesús.
También hoy son muchos los que hacen posible que la gente más marginada tenga un "paraíso", acogiendo a refugiados, acompañando a ancianos, haciéndose cargo de los niños abandonados, dando un techo y amor a los enfermos de sida o a inmigrantes.
Por eso la Iglesia ha de ser aquel lugar donde la gente que no tiene nada, se encuentre a gusto.
Esta palabra de Jesús en la cruz la podemos descubrir en aquellos que abren horizontes de esperanza a los desesperanzados, en los que fortalecen el amor y en los que superan las dudas que encuentran cada día en su camino.
La tercera de las palabras de Jesús es doble. Por una parte está la frase que Jesús dirigió a su madre: "Mujer, aquí tienes a tu hijo" y la que dirigió a Juan, el discípulo amado: "Aquí tienes a tu madre" (Jo 19:26-27).
En nuestro mundo son también muchas las mujeres que se hacen cargo de un niño que no es suyo, adoptando criaturas con deficiencias físicas o psíquicas, o rechazados por sus padres, ofreciéndoles una casa y sobre todo el amor que estas criaturas no han conocido nunca.
Son mujeres que acogen niños abandonados y que se convierten en madres para estos pequeños que no han conocido a sus padres.
Y son muchos los niños que por la solicitud de una familia, o a veces de una mujer sola, ven renacer en sus corazones el amor que no han tenido, por el hecho de haber sido abandonados o maltratados.
Estas dos palabras de Jesús se actualizan en aquellas familias que son escuelas de amor, espacios donde se aprende a amar, cada día más a la manera de Dios.
Son las familias que están enraizadas en aquel amor que espera incluso cuando la razón desespera.
La cuarta frase de Jesús, "¿Dios mío, Dios mío, porqué me has abandonado?" (Mc 15:34 y Mt 27:46), es el grito lleno de dolor del crucificado, cuando siente el silencio de Díos: un grito que continúa resonando en medio nuestro debido a tantas y tantas víctimas inocentes que se sienten abandonadas de Díos y de los hombres.
Es el grito de dolor de las mujeres maltratadas, de los niños que han sufrido abusos sexuales, de los inmigrantes o de los refugiados muertos en el Mediterráneo o en las fronteras centroamericanas.
Es el grito de soledad y de desesperación de los que no llegan a finales de mes o de los que son desahuciados.
En este grito de Jesús en la cruz está el dolor de los que son atacados con mortìferas armas en tantos lugares de la tierra, las víctimas del holocausto nazi o de la guerra de los Balcanes, los que murieron en Rwanda en las luchas tribales, los que han sufrido los tsunamis y terremotos, los internados por el coronavirus en tantas terapias intensivas, los familiares que no pueden enterrar a sus muertos, y todos aquellos que se sienten abandonados de Díos y de los hombres.
Esta frase de Jesús se actualiza en los que desde el silencio, sin comprender la aparente "ausencia" de Dios, siguen confiando en un Padre que es Abbá y también en "el otro", que siempre esconde en su interior un misterio de amor.
La quinta frase, "Tengo sed" (Jo 19:28), expresa el cansancio y el ahogo de Jesús a la cruz. Pero también la sed de justicia, de pan y de libertad, de cultura y de fraternidad.
En este grito de Jesús reconocemos la sed de aquellas personas que trabajan y luchan por un mundo mejor y más justo, desde Cáritas a Manos Unidas, desde Amnistía Internacional a Médicos Sin Fronteras y desde el mundo del voluntariado a aquellos que con acciones que parecen insignificantes, quieren construir una sociedad más fraterna y más acogedora, más libre y más abierta.
En estas palabras de Jesús vemos también a aquellos que se esfuerzan en construir la única Iglesia de Cristo, un espacio donde las relaciones fraternas pongan al descubierto la verdadera imagen de Dios.
En la sexta frase, "Todo se ha cumplido" (Jo 19:30), vemos a los que caen derrotados, a los que son asesinados, a los que han perdido la esperanza y la alegría de vivir.
Esta frase de Jesús la encontramos en los que aprenden a amar, en aquellos que enraizados en el amor esperan incluso cuando la razón desespera.
Las palabras de Jesús se reproducen en aquellos que con firmeza y valentía, se levantan (y ayudan a levantar) de los tropiezos con las piedras que forman parte de nuestro camino.
Finalmente la última de las Siete Palabras de Jesús, "Padre en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23:46), expresa la confianza de Jesús en el Dios Abbá.
Son palabras que se hacen realidad en los que viven con fidelidad y trabajan hasta la muerte para poner paz, para compartir el amor, para abrir caminos de esperanza, a pesar de tantas desesperanzas y tantas desesperaciones.
Poner en las manos de Dios la propia vida es lo que hacen tantos y tantos presbíteros, religiosas y matrimonios, familias, jóvenes y ancianos que, a pesar de las dificultades de cada día, continúan confiando en Dios.
En las Siete Palabras de Jesús en la cruz, encontramos como una síntesis de su vida: la confianza en Dios, el perdón a los demás y la sed para comunicar el amor.
En las Siete Palabras de Jesús reconocemos a aquellos que, con un corazón generoso, no olvidan el bien que reciben y no guardan rencor de ningún mal.
Son éstas, las palabras de aquellos que llevan la bondad en su sonrisa, que es mucho mejor que una montaña de razones.
En las palabras de Jesús en la cruz reconocemos a los que llenos de la sabiduría de Dios, saben qué han de decir en cada momento y que conviene callar.
Las siete palabras que Jesús dijo en el Gólgota cuando estaba crucificado, continúan resonando hoy en tantos y tantos calvarios de nuestro mundo.
Si los Evangelios recogen estas siete frases de Jesús en la cruz, es la vida y los medios de comunicación los que nos presentan también cada día, y no solo durante la Semana Santa, las frases y los gritos de dolor de tantos hombres y mujeres que continúan crucificados y muriendo todavía hoy.
La primera de las frases de Jesús en la Cruz, "Padre, perdónalos porqué no saben lo que hacen" (Lc 23:34), resuena hoy en aquellos que saben perdonar y en los que piden perdón.
Son los cristianos perseguidos en el Cercano Oriente y en otras partes del mundo, que, sin odio, antes de la muerte rezan por sus verdugos.
Son los crucificados de nuestro mundo que continúan perdonando como lo hizo Jesús. Y como nos pidió en el sermón de la montaña que también lo hiciésemos nosotros, y no una o dos veces sino "setenta veces siete". O como pedimos en el Padrenuestro.
Esta palabra de Jesús resuena en aquellos que, viviendo centrados en el Evangelio, se abren a la dulzura del perdón a pesar de las circunstancias adversas o de los golpes de la vida.
También hoy son muchos los que hacen posible que la gente más marginada tenga un "paraíso", acogiendo a refugiados, acompañando a ancianos, haciéndose cargo de los niños abandonados, dando un techo y amor a los enfermos de sida o a inmigrantes.
Por eso la Iglesia ha de ser aquel lugar donde la gente que no tiene nada, se encuentre a gusto.
Esta palabra de Jesús en la cruz la podemos descubrir en aquellos que abren horizontes de esperanza a los desesperanzados, en los que fortalecen el amor y en los que superan las dudas que encuentran cada día en su camino.
En nuestro mundo son también muchas las mujeres que se hacen cargo de un niño que no es suyo, adoptando criaturas con deficiencias físicas o psíquicas, o rechazados por sus padres, ofreciéndoles una casa y sobre todo el amor que estas criaturas no han conocido nunca.
Son mujeres que acogen niños abandonados y que se convierten en madres para estos pequeños que no han conocido a sus padres.
Y son muchos los niños que por la solicitud de una familia, o a veces de una mujer sola, ven renacer en sus corazones el amor que no han tenido, por el hecho de haber sido abandonados o maltratados.
Estas dos palabras de Jesús se actualizan en aquellas familias que son escuelas de amor, espacios donde se aprende a amar, cada día más a la manera de Dios.
Son las familias que están enraizadas en aquel amor que espera incluso cuando la razón desespera.
Es el grito de dolor de las mujeres maltratadas, de los niños que han sufrido abusos sexuales, de los inmigrantes o de los refugiados muertos en el Mediterráneo o en las fronteras centroamericanas.
Es el grito de soledad y de desesperación de los que no llegan a finales de mes o de los que son desahuciados.
En este grito de Jesús en la cruz está el dolor de los que son atacados con mortìferas armas en tantos lugares de la tierra, las víctimas del holocausto nazi o de la guerra de los Balcanes, los que murieron en Rwanda en las luchas tribales, los que han sufrido los tsunamis y terremotos, los internados por el coronavirus en tantas terapias intensivas, los familiares que no pueden enterrar a sus muertos, y todos aquellos que se sienten abandonados de Díos y de los hombres.
Esta frase de Jesús se actualiza en los que desde el silencio, sin comprender la aparente "ausencia" de Dios, siguen confiando en un Padre que es Abbá y también en "el otro", que siempre esconde en su interior un misterio de amor.
En este grito de Jesús reconocemos la sed de aquellas personas que trabajan y luchan por un mundo mejor y más justo, desde Cáritas a Manos Unidas, desde Amnistía Internacional a Médicos Sin Fronteras y desde el mundo del voluntariado a aquellos que con acciones que parecen insignificantes, quieren construir una sociedad más fraterna y más acogedora, más libre y más abierta.
En estas palabras de Jesús vemos también a aquellos que se esfuerzan en construir la única Iglesia de Cristo, un espacio donde las relaciones fraternas pongan al descubierto la verdadera imagen de Dios.
En la sexta frase, "Todo se ha cumplido" (Jo 19:30), vemos a los que caen derrotados, a los que son asesinados, a los que han perdido la esperanza y la alegría de vivir.
Esta frase de Jesús la encontramos en los que aprenden a amar, en aquellos que enraizados en el amor esperan incluso cuando la razón desespera.
Las palabras de Jesús se reproducen en aquellos que con firmeza y valentía, se levantan (y ayudan a levantar) de los tropiezos con las piedras que forman parte de nuestro camino.
Son palabras que se hacen realidad en los que viven con fidelidad y trabajan hasta la muerte para poner paz, para compartir el amor, para abrir caminos de esperanza, a pesar de tantas desesperanzas y tantas desesperaciones.
Poner en las manos de Dios la propia vida es lo que hacen tantos y tantos presbíteros, religiosas y matrimonios, familias, jóvenes y ancianos que, a pesar de las dificultades de cada día, continúan confiando en Dios.
En las Siete Palabras de Jesús en la cruz, encontramos como una síntesis de su vida: la confianza en Dios, el perdón a los demás y la sed para comunicar el amor.
En las Siete Palabras de Jesús reconocemos a aquellos que, con un corazón generoso, no olvidan el bien que reciben y no guardan rencor de ningún mal.
Son éstas, las palabras de aquellos que llevan la bondad en su sonrisa, que es mucho mejor que una montaña de razones.
En las palabras de Jesús en la cruz reconocemos a los que llenos de la sabiduría de Dios, saben qué han de decir en cada momento y que conviene callar.
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